En mi último viaje, el Destino me llevó a la ciudad boliviana de Cochabamba, ciudad en la que pude ver una triste realidad que afecta a los seres humanos más indefensos: los niños.
Tal vez sea porque yo tuve una feliz infancia en la que no me faltó de nada, una feliz infancia que solemos tener los niños en los países más desarrollados.
Recuerdo mi infancia bajo la protección de mis padres, jugando, aprendiendo en la escuela. Nunca me faltó un plato de comida, nunca me faltó ropa, ni juguetes ni ningún tipo de atención. Recuerdo mi infancia rodeado de amigos y familiares, viviendo en una burbuja que tarde o temprano explota, pero que, para mi fortuna, explotó más tarde que temprano.
Nunca olvidaré que me despertaba por las mañanas para ir a la escuela y era prácticamente un juego más. Nunca olvidaré que al llegar de la escuela me bajaba al parque a seguir jugando. Nunca olvidaré que subía del parque, me daba una ducha y cenaba y seguía jugando, para acostarme, descansar y seguir el juego a la siguiente mañana. Casi todo eran risas y buenos momentos, porque la infancia debería de ser eso, hay tiempo suficiente para perder la inocencia y ser consciente de todo lo que nos rodea.
Tal vez por todos estos recuerdos, me llamaba tanto la atención ver a tantos niños que pasan sus vidas en la calle, cambiando los juguetes por jugar a la "ruleta rusa de la vida", cambiando su infancia por unas monedas, perdiendo así su ignorancia, haciéndose conscientes desde bien jóvenes de que la vida no es un bonito juego, sinó un juego cruel en el que sobreviven los más fuertes.
He conocido a chicos obligados a mendigar, otros que se escaparon de casa, otros que salen a la calle para ayudar a sus familias, otros se pagan sus vicios...etc. Desde bien jóvenes muchos chicos y chicas se lanzan a la calle a buscarse la vida, a ganar algo de dinero de diversas maneras. Para ser justos, muchas veces no se lanzan a las calles, les lanzan, les obligan a estar. Estos chicos suelen proceder de familias problemáticas, normalmente muy humildes. En muchas ocasiones, ellos son el problema. La vida en Bolivia es dura, muy dura.
A mí no me corresponde hacer un juicio teniendo en cuenta que yo he nacido en España y no me ha faltado nunca el plato en la mesa, pero pienso que ningún niño merece esto. Ningún niño merece perder la época más dulce de su vida. Ningún niño merece mirar atrás siendo adulto y recordar que su infancia la pasó siendo utilizado para recibir unas monedas. D.E.P. Infancia.

1. Una madre de Potosí está tejiendo pulseras. Aunque estaba con sus niñas en la calle, vendía sus artesanías y no me dejó retratar de cerca a sus hijas. Me dijo que podía hacerle una foto a ella a cambio de comprarle alguna artesanía.

2. Cuando vi a este niño me impactó mucho su mirada. Sus mirada, inmensamente triste, te atravesaba cómo un aguijón.

3. Esta niña estaba baila en las calles con una radio, era la segunda de cuatro hermanas. A cambio de dinero, como siempre, su madre no dudó en dejarme fotografiarla y en ponerla de nuevo a bailar.

4. Esta niña bailaba extenuada, con movimientos de autómata y la mirada perdida cuando yo llegué a hablar con su familia. Su madre no dudó en ponerla de nuevo a bailar para que yo pudiese fotografiarla.

5. Le di unas monedas a este chico que estaba con los ojos rojos y la mirada perdida, apoyado en una pared. Ya no estaba tocando la guitarra, simplemente estaba de pie. Le vi en varias ocasiones, en días diferentes siempre por la misma zona.

6. Esta niña estaba sentada con su mamá y sus hermanas en la calle. Le dije a su madre que me parecía preciosa y que tenía que fotografiarla.

7. Con estos chicos fue con los que me paré a jugar. Este niño siempre estaba con el carrito, que era de su hermana pequeña. Un niño muy risueño y juguetón. Le vi pidiendo dinero a los coches en los pasos de cebra, pero lo que más me alucinó es que pedía lo que fuese a quien pasase por la calle, como, por ejemplo, un refresco de unos chicos jóvenes que salían del Burger King.

8. Esta niña tenía dificultad para hablar bien el castellano, no me entendía muy bien con ella. En un principio era muy vergonzosa, pero cuando le dije que posase como una modelo de la T.V. para mí empezó a reírse sin parar.

9. Esta niña me dijo que iban a la escuela por las mañanas y que por las tardes estaban en la calle con su mamá. Me parece increíble que los obliguen a mendigar así.

10. Después de jugar durante un rato y tener más confianza, se tumbaron en el césped. Sus miradas estaban completamente cambiadas, ya no daban ningún tipo de lástima. Sus miradas eran como las de cualquier niño con una infancia normal. Y es que al fin y al cabo... son niños.
José Antonio Ballesteros
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